Querida Marina,
Seguramente pensarás que exagero, pero para mí está clarísimo que tu pancarta vale más que cien misiles. Tu grito en pleno noticiero, a la vista de millones de rusos, vale más que cuatrocientas declaraciones de la Unión Europea y cincuenta llamadas de Macron.
Desde lejos, desde mi aburrida trinchera francesa, tu gesto se ve hermoso: Putin saca a las grandes cadenas como BBC, Voice of America, Deutsch Welle… pero no te ve venir a ti, Marina, pequeñita y local. Una cara cotidiana, inofensiva, que hasta hoy se movía obediente en las entrañas mismas del primer canal de televisión de Rusia… y de pronto, da el batacazo y se pone frente a la cámara para gritar que se detenga la guerra, en vivo y directo.
Grande, muchacha.
Putin eliminó a gigantes como Facebook e Instagram pero no pudo frenarte a ti, Marina, que anoche tuviste la mayor audiencia del mundo, desplegando tu cartulina en «Vremia», el programa más visto de Rusia, para hacerle arder los ojos al Kremlin y enviar un mensaje a los tuyos: «No a la guerra. No te creas la propaganda. Aquí te están mintiendo. Los rusos están en contra de la guerra».
El ente de censura rusa ha decidido borrar de un plumazo las palabras «guerra» o «invasión» de la radio y la tele, pero tú no te las callas. Las sueltas al mundo entero desde el corazón de un medio oficial. Son sólo unos segundos de rebeldía, pero vaya que se siente bien verte sacarle la lengua al régimen, aunque en ello te juegues la vida.
No eres una espía de la CIA, Marina, ni una agente infiltrada de la OTAN. Eres una mujer de padre ucraniano y madre rusa, que sabe bien que esta guerra es una mierda.
Sin embargo, colega, tengo la certeza – y el miedo inmenso – de que el dictador que está sentado en el trono de tu país no te perdonará la humillación. Sin duda, tu sencilla pancarta generará represalias. Le provocará urticaria a los que piensan que tienen el puño cerrado sobre todo el mundo.
Según la ley, podrías ser culpada de «desacreditar el uso de las fuerzas armadas rusas», un cargo serio y absurdo por el que corres el riesgo de ir a prisión por 15 años.
No quiero ni pensar en lo que ya ha sufrido tu compatriota Alexei Navalny – envenenado y preso por el gobierno ruso – ni evocar la posibilidad de que alguien te toque ni siquiera un cabello.
Tu desafío ahora es enorme: utilizar este impulso para seguir gritando verdades y, al mismo tiempo, tratar de mantenerte a salvo.
No seré yo quien te pida desaparecer de la escena donde has plantado tu bandera, pero sí te pediría que te refugies en la prudencia, que reposes un rato en la cautela hasta que el huracán se calme y se disuelva en el polvo.
Mantente a salvo, Marina, que todavía quedan muchas batallas por librar.
Tienes mi solidaridad y mis respetos.
Tu colega que te aplaude a rabiar,
Andreina