Andreina Flores

Reconciliarse con la normalidad

Place de la République, París. Una noche cualquiera.

“Normal” es un concepto abstracto, difuso, que cada quien adereza con sus propias especias. Y ahora que estoy en Francia – pero aún con la cabeza en Venezuela – es una palabra que adquiere un nuevo significado todos los días.

Con ejemplos se dice mejor.

Si estoy en la calle a golpe de 6 de la tarde… saltan de repente una serie de sensaciones que vinieron también en la maleta desde Caracas. Todavía tengo esa alarma interna que me dice: “Ya se está haciendo de noche, mejor nos vamos para la casa”.

Y sí, enfilo mis pasos hacia allá… sólo que, en el trayecto, me topo con cientos de personas que están APENAS EMPEZANDO a vivir la noche. Gente que camina entre risas, que habla por el celular, que se besa bajo una estatua. Gente trotando, gente que bebe una copa, sentada tranquilamente en las mesas que están puestas en la acera. ¡EN LA ACERA!
A mi cerebro se le cruzan los cables, no entiende. Teme por todos. Casi pega un grito en medio de la avenida para decir “¿Ustedes están locos o qué coño les pasa? ¿No entienden que los pueden venir a atracar?”

Por supuesto, en menos de 5 segundos, todo se aclara: la que está loca soy yo. La que cree que le van a quitar el celular a punta de pistola soy yo. La que tiene años de entrenamiento en el pánico y una serie de alarmas siempre en rojo. Yo soy la chica a la que han robado 8 veces, la que entregó el carro bajo la orden de un par de revólveres, la que perdió su anillo más importante en las manos de un maldito ladrón con la cara cortada. La que regresó un día a su casa y la encontró hecha mierda, sin televisor, sin computadora, sin equipo de sonido y sin alma.

Lo que yo tengo aún en la piel es  el miedo. Una sensación absolutamente útil en Petare, Sabana Grande y El Rosal pero un poco fuera de lugar en las calles parisinas, incluso  en las feas. Nadie quiere caminar al lado de una mujer que se sobresalta por todo y desconfía de todos.

Esa chica que mira en 360 grados con sus 100 ojos y que empieza a temblar cuando escucha pasos a sus espaldas…  tiene que calmarse.

Calmarse ante el ruido urbano y entender que una moto no es necesariamente un vehículo del crimen. Que puede ser simplemente un medio de transporte. Calmarse ante la cercanía de la gente, ante los que hacen preguntas para llegar a algún sitio, ante los que le sonríen en el metro.

Calmarse, calmarse.

La nevera de los jamones. Un supermercado cualquiera. París.

Luego está la comida. Vamos, no quiero alimentar esa odiosa comparación entre un supermercado francés y los anaqueles vacíos de Venezuela… pero debo confesar que hacer mercado aquí es un regalo para el espíritu.

La abundancia es tan  apabullante que confunde, arropa. Hay tanto, tantísimo,  que no sé qué comprar. No sé si el jamón es mejor con o sin orillitas… ahumado, al horno, natural, con miel, bio, sin sal o con vitaminas.

Hay pollo, carne, huevos, leche, harina, azúcar, café, en diferentes presentaciones, tamaños, colores, marcas… y todo está ahí. No hay que hacer cola ni hay que pagarlo a un precio exorbitante en el mercado negro. Está AHÍ.

Y es tan normal que, en una tarde cualquiera,  los hijos de mis amigas cantan una canción tradicional francesa que dice: “Au marché, au marché… tu peux tout, tout trouver” (En el mercado, en el mercado, puedes encontrar de todo, de todo).

Yo los veo y me sonrío de verlos felices, pero no puedo evitar recordar al niño que entrevistó mi colega Francisco Urreiztieta en Zulia, que lloraba de hambre y decía que le dolía la cabeza. O a los alumnos de las escuelas Fe y Alegría que dibujaban un plato vacío como la cena cotidiana en sus hogares.
La normalidad me golpea y, de algún modo, me hace sentir culpable. ¿Qué derecho tengo yo a estar escogiendo jamones, pollos y carnes cuando hay tanta gente en casa que hace milagros para comer lo que pueda encontrar?

También es normal que uno vaya a la farmacia y haya medicinas. Para eso son las farmacias.

Y aunque muchos paisanos no me lo crean, hay anti-gripales, jarabes para la tos, anticonceptivos, medicamentos para la tensión, antibióticos, protectores gástricos, pañales para adultos, antialérgicos, leche de fórmula para bebés.

Esto va a sonar retorcido pero les juro que hasta provoca enfermarse.

Es normal que el internet funcione bien. En la casa, en el celular ¡y hasta en una plaza! Y aún así, es normal también que la gente se informe VIENDO LA TELEVISIÓN.

Envidio a los franceses que se arrellanan en el sofá, ponen el noticiero de las ocho de la noche y se enteran de todo. Bien atrás quedó la televisión venezolana como medio de información. O bien es una pantalla temerosa e insípida que no llama las cosas por su nombre… o es  un escupidero de odio contra todo aquel que no sea rojo.

Por eso, ya todos entendimos que hay que volcarse a Twitter, Facebook o Instagram si uno quiere saber qué diablos está pasando. Eso, por supuesto, si  el Dios ABA lo permite.

¿Ya hablé del efectivo?

Hace algunos días, estaba buscando la mejor manera de entregarle a una amiga unos 150 euros que le tenía pendientes. Ella, muy tranquila, me dice: “Oye, por qué no los sacas del cajero y me los das en efectivo?”

Yo me quedé muda. Con el chip venezolano aún en la cabeza, empecé a sacar cuentas de CUANTOS DIAS me iba a tomar sacar esa cantidad de plata…

Y es que, en Venezuela, mi límite de retiro es de 20 mil bolívares diarios, lo que me ha hecho tener un corralito criollo inyectado en las venas que poco a poco ha invadido todo mi torrente sanguíneo. Tontamente, me dije: “Bueno, si saco de 20 en 20 euros… ya para la semana que viene, le puedo pagar a Mélanie” .

Así, tal cual. Como el burrito amarrado a una silla de plástico que no se atreve a moverse porque se cree prisionero.

Afortunadamente, Mélanie fue conmigo y me enseñó que aquí, en un país NORMAL, el cajero te da 150 euros de un solo golpe. De hecho, me habría dado 200 si se los hubiera pedido.  DOSCIENTOS!!!!

En realidad, ni siquiera hace falta efectivo. Un taxi se paga con tarjeta… y casi todo lo demás también.

Entre muchas otras cosas, he vuelto a recordar que los colores no necesariamente son políticos. Aquí he vuelto a sacar mi chaqueta roja, mi gorro rojo y mi lápiz labial rojo.

La gente no me ve con temor o con burla, ni me suelta la frase clásica “Ayyyy, estás roja, rojiiiita”. Los franceses me miran, me sonríen o me ignoran, dependiendo del ánimo. Y el que se atreve a decirme una frase, me adorna con esta: “Hoy te ves más contenta. Estás vestida de navidad…”

Así es la normalidad.

No hay que olvidarla, hay que reaprenderla. Y mañana, cuando todo cambie – porque tarde o temprano cambiará –  hay que devolverla a su rincón venezolano… de donde nunca debió salir.

Andreina Flores

Read it in english here: Reconciling with Normality

10 comentarios en “Reconciliarse con la normalidad”

  1. Creo en el año 2018 !! El año del cambio. Será otra Venezuela, bien interesante, supongo. Pero antes, tendremos que atravesar situaciones muy duras. 2018 será un año de toma de decisiones. Todo tiene un límite. Persiste el deseo de trascendencia y el empeño de encontrar una salida al hecho tan cruel que estamos viviendo.
    La rebelión será por hambre.

  2. Muy bueno tu artículo Andre, muchos venezolanos que se han marchado a otros paises en estos últimos meses, se han ido infectados de un virus que la robolución creo llamado «paranoia colectiva», algo inevitable en la mente del venezolano, y que poco a poco cuando ya vives o te estableces en otro pais NORMAL se va disipando rapidamente. Lamentablemente, todas esas situaciones que describes de como funcionan todas las cosas en un pais normal como Francia, acá es todo lo contrario, algo disfuncional o surrealista, tristemente es asi, lo mas grave aún es que muchas personas se estan acostubrando a esa miseria que esta maldita dictadura de narcos se ha encargado de establecer sistematicamente. Ojala y vengan tiempos mejores, ojala. Un abrazo apreciada Andre.

  3. EXCELENTE como siempre Andreina a mi también me paso lo mismo me sentí frustrada de ver un sin fin de comida embutidos y chocolates en París y que mi país tan rico y estemos en tanta miseria hasta me daba remordimiento a la hora de comer y( Ud Andreina sabe por que….. ) se le viene a la mente tantas flia niños y abuelos sin nada que comer…. Yo si me identifico completamente con tu escrito . Bendiciones para ud

  4. Article très intéressant et très touchant. Nous les français ne sommes pas toujours conscients de notre bonheur. Il nous faut des moments de terreur pour réaliser que la normalité peut vite se transformer en horreur. Mais au delà de la violence terroriste il y a comme le dit andreina flores la violence du quotidien infligée par les siens contre les siens. La peur. La faim. La souffrance. L humiliation. L exil. Il n y a pire ennemi que celui qui vient de l intérieur cependant espérons pour les venezuiliens pourrons déambuler dans les rues de Caracas comme ceux de paris sur les champs Élisée…..que les super marché regorgent de nourriture…que les pharmacies aient de médicaments et surtout que la paix et la joie règne dans chaque coeur.

  5. Buen día Lic.Andreina Flores a esta hora 5.36 am terminè de leer su relato y sabe cada palabra,cada sitio que describia yo soñè estar un ratico ahí ,he criticado a los artistas,periodistas ,familia etc que desde Miami publican sus mercados ,las comidas que pueden degustar los helados extravagantes que pueden comprar etc y me dijo una señora no es tu problema que ellos lo pueden hacer emkgra como lo hicieron y viven ,y me dije Sore es envidia lo que sientes? Es un deseo que quieres ? Lo que me respondí es Sore tienes miedo y quieres verte vivir no sobrevivir las criicas por los que si pueden emigrar ,comprar me dije no debe ser critcada ellos trabajan para lograr sueños y metas. Lo que ya en Venezuela no se puede tu Sore debes saber el culpable y porque tu no puedas emigrar ,comer comprar etc no somos nosotros lo que podemos ayudarte ..asi que Lic Andreina viva vive y reciba mas Bendiciones de Dios es un regalo de vida para ud.y ojalá Dios se lo regale de nuevo a Venezuela si nostros lo queremos de verdad ,no esperando ni a la OEA ni a la ONU ni a nadie… Cariños y recuerdos de su excelente trabajo como periodista .desde Maracay Venezuela..Dios la Bendiga y al recuerdo de lo malo un candado y a lo buemo un Corazón grande para guardalos .. Atte Sore soñando 😶🌷☝💙👪👐

  6. Así es mi querida, tal cuál. Cuando tenemos que ir a Milano por una temporada corta, me sucede lo mismo. Ando en alerta triple roja, creo que de cualquier calle me va a salir un malandro, o que se van a meter por las ventanas de la casa que «no tienen rejas»… y es peor cuando regresamos. Aterrizando me imagino que nos están abriendo las maletas o que se metieron a robar en el el apto porque el conserje sabía que estábamos por fuera. Es angustiante vivir siempre así y, de paso, culpable de poder viajar por «x» o por «y» circunstancia.

  7. Carmen yamilet moreno

    Es triste pero es verdad, yo emigre con un concepto muy diferente salí de Venezuela en El año 1993, en esos momentos mi Venezuela no estaba tan lastimada, podias respirar, pensando en regresar a mis playas y olores algun dia. Cuando regrese 10 años más tarde, con mis hijos una con paralysis cerebral donde tenia que tener cuidado donde caminara por falta de balance y sorda, se enfermo y le comente a mi mamá para buscar una simple medicine para el estomago mi mamá me responde ._ tenemos que ir a la farmacia antes de Las 6pm por que Sino nos atracan. En ese momento pense esto no es calida de vida mucho menos para mi con dos hijos especiales una con paralysis cerebral y otro con autismo no me imagino mi vida en Venezuela con ellos, y me da dolor porque se que hay muchos familias con hijos, sobrinos, nietos, hermanos con discapacidad, y mi hija para ese entonces que tenia 13 años me decia en su lenguaje de señas Mami porque toda la calle esta sucia, y pense dentro de mi no solo la calle, con El corazon arrugado.

  8. Hola Andreína!
    Describes perfectamente la sensación cuando uno llega. Con el tiempo sabrás que nuestra mejor arma es la sonrisa y que saludar con un abrazo o tocar a la gente es propio de la cultura latina.. como un amigo me dijo un día esa paranoia colectiva es como un antivirus individual para sobrevivir en venezuela. Un abrazo

  9. Sin desperdicios, la descripción perfecta, de lo que se siente y se vive fuera de nuestro país, excelente Andreina Flores, periodista a la que recuerdo por que al galáctico no le gustó la pregunta que le hizo en una rueda de prensa, luego de unas elecciones. Excelente!

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