Adriana es mi amiga. Mi amiga bloguera y fan furibunda del tenis como yo. Mientras yo soy la novia de Federer, ella es la novia de Nadal.
El pasado lunes 14 de diciembre, Adriana despertó a gritos a toda la Venezuela tuitera con un mensaje desgarrador: “El medicamento no se consiguió. Gracias a este maldito gobierno. Mi sobrino de tres años falleció esta madrugada”.

El sobrino de Adriana, Ricardo Andrés Medina, tenía sólo 3 añitos de edad pero ya pesaba sobre sus pulmones esa enfermedad que está tristemente de moda y nadie termina de entender por qué: el cáncer.
Para su tratamiento, Ricardo necesitaba Cardioxane, un protector cardíaco para pacientes que deben someterse a quimioterapia. Un medicamento que se ubica en el 70% de escasez que denuncia la industria farmacéutica en Venezuela.
El padre del niño, Richard Medina, tardó varios días en armarse de valor pero finalmente se plantó ante la prensa para hablar de una muerte que todavía no asimila.
Antes de empezar la rueda de prensa, me dice: “Yo sé que esto no le va a devolver la vida a Ricardo pero quizá pueda impedir que le pase lo mismo a otros niños”.

A las puertas del Hospital Militar – donde falleció su hijito – Richard relata su odisea: “Yo duré todo el mes de noviembre buscando el Cardioxane y al final se consiguió… el martes, en Europa. Haber perdido tiempo de estar con mi hijo, abrazarlo, besarlo, amarlo, por estar en una cola buscando una medicina. En mi casa, bajo el arbolito, va a quedar un regalo sin abrir… porque no conseguí una medicina”.
Richard no sólo denuncia la escasez de medicamentos. También acusa la discriminación que se aplica en el Hospital Militar de Caracas: “Hay preferencia para los militares. Hay habitaciones que son exclusivas para los militares. Yo llegaba con mi hijo a las 6 de la mañana y eran las 2 de la tarde y no me habían dado habitación. Y había habitaciones vacías… pero no las tocaban por si acaso se enfermaba un militar”.
Richard reconoce la buena iniciativa de Chávez al abrir las puertas del Hospital Militar para todo el mundo, pero no duda en describir cómo a los llamados PNA (Pacientes No Afiliados o pacientes civiles) “les ponen un pañito de agua fría en la cabeza porque no hay antibióticos para ellos, prefieren guardar el frasquito por si acaso se enferma un militar”.
Mientras Adriana y su hermano enfrentan el durísimo golpe de perder a un bebé de 3 años, yo intento seguir con mi trabajo, cubriendo las declaraciones de las autoridades venezolanas.
Y ahí me encuentro con las frases más absolutamente estériles para la Venezuela verdadera: golpe electoral, fraude por votos nulos, no volverán, no entregaré la revolución, no al FMI, esto es una campaña del imperio, la guerra económica engañó al pueblo, la culpa es de los medios, de Colombia, de Mendoza.
Nada, ni una sola palabra, ni un solo gesto de estos personajes indican que dentro de sus cabezas pueda pasar al menos LA IDEA de evitar la muerte de otros niños como Ricardo. No se dice una sola frase que aporte soluciones reales. No escucho palabras mágicas como medicina, dotación, salud, progreso, bienestar.
Sigo escuchando una perorata politiquera que me agota, que me entristece… que sólo me transporta de vuelta a las palabras originales de Adriana: “Maldito gobierno”.
Andreina Flores
@andreina